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¿HAY MOVIMIENTO POPULAR EN CHILE?

Posted in Documentos de Trabajo de la Comisión, Textos de Interes para la formación by formacionmpt on octubre 21, 2009

¿HAY MOVIMIENTO POPULAR EN CHILE?

Entrevista al historiador SERGIO GREZ

Publicado por Maqueta / 8/17/2009

Sergio Grez Toso nos recibe en su estudio del Museo Nacional Benjamín Vicuña Mackenna, del cual es director. En una habitación como ésta, hace ciento cincuenta años, quien estudiaba, escribía y recibía a sus visitas era el propio don Benjamín. Estupendo lugar para pensar e investigar acerca del pasado de Chile, tarea que el historiador Sergio Grez lleva principalmente a cabo centrando su atención en el devenir histórico del movimiento popular chileno, entre fines del siglo XIX y principios del XX.

Profesor del Departamento de Ciencias Históricas de la Universidad de Chile, Grez es autor de varios libros, entre los que destacan La cuestión social en Chile (1995); De la regeneración del pueblo a la huelga general -Génesis y evolución histórica del movimiento popular en Chile- (1998) y Los anarquistas y el movimiento obrero entre 1893 y 1915 (2007). Actualmente trabaja en un libro sobre la historia del Partido Obrero Socialista y los primeros años del Partido Comunista de Chile

Comparando la actualidad con el pasado, ¿se puede hablar hoy de la existencia de un movimiento popular en Chile?

“Sin lugar a dudas. Hay movimientos de protesta y reivindicación popular. Siempre los ha habido y siempre los va a haber mientras exista la desigualdad social, pero hoy no logra tener esa centralidad que tuvo históricamente en torno a objetivos comunes.

Apoyándome en algunos historiadores, como Eric Hobsbawm, sostengo que para que exista movimiento popular no basta que existan luchas dispersas. El movimiento popular o el movimiento obrero, supone una organización de carácter permanente, para que le dé continuidad, y una identidad o conciencia de clase. A lo menos una identidad de clase. Esto, a su vez, debe traducirse en un ethos colectivo, una idea común básica que una los distintos componentes, las distintas reivindicaciones sectoriales o parciales en torno a un objetivo. Un ethos o sentido que bañe al conjunto, necesariamente diverso y multifacético, de personas y sectores que tienen que tener ese objetivo común. De lo contrario, es solamente un mosaico de identidades y reivindicaciones que no logran proyectarse sobre el escenario político, y no logran proyectarse históricamente”.

¿Cuál era ese centro de confluencia o unión que orientaba al movimiento popular chileno en el siglo XIX?

“El proyecto liderado por los artesanos y los gremios de trabajadores más calificados, que se concretaba en términos orgánicos en torno a la organización mutualista y de otro tipo (por ejemplo las abocadas a la educación y la recreación popular, al ahorro o la probidad, como las escuelas nocturnas de artesanos, las sociedades filarmónicas de obreros, las logias de temperancia, algunas cooperativas). Estaban inspiradas por una idea de tipo reformista liberal, no más radical que eso, que era la idea de la regeneración del pueblo. Ese ethos, que es sociopolítico, puede implicar grados mayores o menores de radicalidad en su proyecto, pero tiene que existir”.

¿Había en Chile diversidad social e ideológica en el movimiento popular al filo del siglo XX?

“Había fuertes contradicciones entre estos grupos, no hay que idealizar el pasado. Luchas, discusiones, peleas, disputas había, hay y habrá siempre. Pero, a pesar de ello, hubo en ciertos períodos históricos un ethos común en torno al cual se reconocieron muchos trabajadores, muchas personas del mundo popular, ethos, sentido o fin que los animaba.

Otra cosa era la diversidad de estrategias para el logro de esos objetivos, pero en ciertos momentos, en ciertas coyunturas, eran capaces de unirse porque compartían ese ethos: en las celebraciones o conmemoraciones del Primero de Mayo; en algunas grandes movilizaciones de masas, como las de la Asamblea Obrera de Alimentación Nacional, en los años 1918-1919. En huelgas generales desde fines de la década de 1910 y gran parte de la década de 1920.

A pesar de su diversidad, de las fuertes diferencias y de las polémicas que se oponían en estas distintas vanguardias políticas del mundo popular, había posibilidad de articular acciones comunes”.

Al llegar el siglo XX, usted afirma que tal cuerpo central cambia de sentido en el movimiento obrero y en el movimiento popular en Chile.

“Con el siglo XX ese movimiento empieza a transformarse porque la sociedad chilena se está transformando, porque está avanzando el capitalismo, el país está pasando plenamente al modo de producción capitalista, porque hay una modernización económica, porque surgen nuevos sujetos sociales populares: la moderna clase obrera. Porque llegan ideologías de redención social más avanzadas que el liberalismo, como son las ideologías anarquista y socialista. Por lo tanto ese movimiento va a sufrir profundas transformaciones, o si se quiere, surge un nuevo movimiento que lo va a reemplazar: es lo que denomino movimiento de emancipación de los trabajadores.

Con esa idea como ethos colectivo más radical, que abraza ideologías más radicales, ya no se trata de una mera lectura popular o plebeya del ideario liberal burgués, sino que de posturas más radicales, como las del socialismo y el anarquismo, con métodos de lucha más radicales, con formas de organización distintas. El mutualismo -estoy esquematizando- es sustituido por el sindicalismo, que no es sino una expresión en el terreno de la lucha económica de una estrategia de lucha de clases.

Esta serie de mutaciones, de transformaciones, van a redundar en que el ideario de la regeneración del pueblo sea sustituido por el ideario de la emancipación de los trabajadores.

El ideario de la emancipación de los trabajadores, evidentemente mucho más radical, conserva sin embargo elementos del antiguo ethos colectivo, como por ejemplo la fe en la razón como elemento central para lograr la transformación social, la confianza en la idea de progreso, en la educación, la afirmación de la necesidad de la moralización de los trabajadores. Eran ideas que estaban presentes en dirigentes como Fermín Vivaceta, padre del mutualismo chileno, pero que siguen presentes en las figuras del nuevo movimiento obrero, como Luis Emilio Recabarren, socialista primero, comunista más tarde, o en los dirigentes anarquistas, que comparten todos estos principios.

Entonces, en distintos momentos, podemos apreciar que ha habido un ethos colectivo más radical o menos radical, pero que es una idea inspiradora en torno a la cual se orientan distintas generaciones, incluso de trabajadores”.

Anarquía ayer y hoy

¿Qué le parece la reaparición en el panorama chileno de las palabras anarquía y anarquistas?

“Es evidente que desde unos años hay un repunte de las referencias al anarquismo en los medios de comunicación. Sin lugar a dudas esto tiene que ver con un repunte relativo de la ideología anarquista y de las personas que se reclaman seguidores del anarquismo en Chile.

Ahora bien, habría que analizar caso por caso para ver si esas referencias realmente se refieren a grupos o acciones claramente anarquistas, o si hay una intoxicación político-mediática. Porque muchas veces hay operaciones políticas con determinados objetivos que consisten básicamente en hacer amalgamas de fenómenos que no necesariamente son exactamente iguales”.

Desde su origen el sistema situó a la palabra anarquía como sinónimo de caos.

“Exactamente, y que no corresponde a lo que en términos de ciencia política se podría definir como anarquismo, que es una propuesta de una sociedad sin Estado, básicamente.

Pero, sin lugar a dudas, hay un cierto rebrote del anarquismo, que tiene que ver con fenómenos como la globalización, la caída de los mitos, la crisis -entre comillas- de las ideologías. Repunte del anarquismo después de un largo período de decadencia que atravesó este movimiento durante varias décadas”.

¿Hay similitudes en Chile entre el anarquismo de hace cien años y el de hoy?

“Hay una diferencia fundamental respecto de lo que fue el anarquismo del período dorado, podríamos decir, de esta corriente en Chile: groso modo, el primer cuarto del siglo veinte. En aquella época el anarquismo estaba sólidamente implantado en el movimiento obrero, cuestión que no se da entre las corrientes anarquistas actuales. Entre otras razones, porque el movimiento obrero hoy es extremadamente débil, la situación, el peso de la clase obrera en la sociedad chilena actual es infinitamente menor a lo que existió por lo menos hasta 1973.

Las corrientes anarquistas que se vislumbran hoy día están implantadas en otras manifestaciones antisistémicas. Por ejemplo, en el movimiento okupa, sin reducir este movimiento sólo al anarquismo, porque sin lugar a dudas es un movimiento que lo sobrepasa. El movimiento antiglobalización, colectivos antiautoritarios, antimilitaristas, los que se oponen a la exclusión política, aquellos que solidarizan con el pueblo mapuche, grupos que defienden a los animales, ecologistas. Es un anarquismo distinto al que conocemos históricamente”.

¿Carencia de “ethos” colectivo?

Lo cierto es que el movimiento popular chileno no logra levantar cabeza desde hace más de veinte años…

“Hay un reflujo muy fuerte de este movimiento desde fines de los años 80, cuando se impone la transición pactada entre la llamada oposición moderada y las fuerzas que apoyan la dictadura. Y el movimiento popular pierde su norte, porque el norte durante el siglo XX, hasta 1973, había sido la emancipación de los trabajadores y durante la dictadura, la lucha es por derrocarla.

Una vez que se impone esta transición pactada la clase política, en particular la clase política concertacionista, manda un mensaje al movimiento popular de que se debe desmovilizar en aras de consolidar la transición a la democracia, y este movimiento en gran medida lo hace, se desmoviliza. Se suma la caída de los muros, de las viejas ideologías, de los modelos del llamado socialismo real. Todo esto hace que este movimiento pierda su brújula, provoca que gran parte de los cuadros del movimiento popular se desorienten. Algunos son cooptados por los partidos de Izquierda o que habían sido de Izquierda y pasan al gobierno. Otros se desmovilizan, se desilusionan, abandonan las viejas tiendas políticas, dentro o fuera del gobierno.

Y lo que es más grave. El movimiento popular pierde su ethos colectivo, ya no hay una idea central, como la hubo históricamente. En el siglo XIX fue la regeneración del pueblo, en el siglo XX la emancipación de los trabajadores. ¿Cuál es ese objetivo hoy día? ¿Humanizar el sistema capitalista? Pudiera ser, tal vez. ¿Lucha contra la globalización neoliberal? Me parece que aún no estamos en eso. Lo es, muy parcialmente, sólo en algunos sectores de la sociedad”.

¿Entonces no hay un ethos colectivo en el movimiento popular hoy en Chile?

“Esa es la gran interrogante. Mientras no haya un ethos colectivo claramente definido, más o menos compartido por la generalidad de las personas, de los grupos y sectores que se inscriben en esa perspectiva común, es muy difícil hablar de un movimiento popular que tenga un peso mediano en la vida social y política del país.

Hoy hay movimientos en plural. Como los ecologistas, los defensores de pueblos originarios, de la igualdad de género, del patrimonio urbano y arquitectónico, o contrarios a la globalización neoliberal, o autodenominados anarquistas. Habría que hacer un estudio en profundidad de estos movimientos y de otros, que yo no he hecho. Es probable que podamos deducir elementos comunes que tienden a converger entre ellos. La oposición al capitalismo neoliberal, la aspiración a mayores espacios de democracia, el cuidado y respeto al medio ambiente y los recursos naturales, son elementos que pueden converger en la constitución de un nuevo movimiento.

Tal vez no tenemos todavía la perspectiva histórica suficiente como para determinar que estamos en los umbrales del nacimiento de un nuevo tipo de movimiento popular”.

¿Y la clase obrera, qué papel juega hoy?

“La clase obrera, compuesta esencialmente por los trabajadores manuales asalariados, no ocupa la centralidad que ocupaba antes. Pero en torno a ese núcleo, que sigue siendo importante y lo va a ser siempre, hay otros segmentos de trabajadores o de la población que sufren grados de explotación que los llevan a manifestar su oposición al sistema. Los trabajadores precarios, los trabajadores cuentapropistas, los pescadores artesanales, que no son necesariamente asalariados muchos de ellos, son parte también de lo que podría decirse las clases trabajadoras, en plural, pero no pertenecen a lo que tradicionalmente conceptualizábamos como la clase obrera, el proletariado. Por lo tanto, esas clases trabajadoras debieran ser parte de una misma alianza popular, de un mismo frente de trabajadores, como se hablaba antes.

Lo importante es utilizar los conceptos, las herramientas intelectuales apropiadas para dar cuenta de esta nueva realidad diversa, polifacética, que no se reduce a un solo actor, a la clase obrera tradicional. Si no lo hacemos, vamos a estar repitiendo fórmulas que no nos permiten comprender las realidades sobre las cuales hay que operar hoy día para construir un proyecto de futuro.

Es necesario que una suma, probablemente bastante grande de malestares, de reivindicaciones y de proyectos sean capaces de converger y articularse entre sí. Esa es la gran tarea. Y en la medida en que los diversos actores converjan y se articulen, seguramente van a descubrir un ethos común, o varios elementos que les permitan construir un ethos común

PEDRO ARMENDARIZ

(Publicado en Punto Final, Nº 691, 7 de julio, 2009)

Es cuestión de método.

Posted in Textos de Interes para la formación by formacionmpt on octubre 15, 2009

Es cuestión de método.

Cuando se afirma que nada dogmático hace referencia al método aplicado por Marx y Engels, los fundadores del socialismo científico, se hace referencia al método heredado de la crítica de Galileo a la física escolástica.

Galileo adhirió a la tesis de que la tierra gira alrededor del sol; Marx y Engels que la historia conocida hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases. Galileo investigando la gravitación y el movimiento despertó la vigilancia y la persecución ininterrumpida de la Inquisición; Marx y Engels, su método dialéctico-materialista (y la correspondiente concepción materialista de la historia) han despertado las furias más desenfrenadas de las fuerzas vigilantes que actúan positivamente para la conservación y la defensa de los beneficios del capital.

“(La dialéctica) reducida a su forma racional provoca la cólera y es el azote de la burguesía y de sus portavoces doctrinarios, porque en la inteligencia y explicación positiva de lo que existe abriga a la par la inteligencia de su negación, de su muerte forzosa; porque, crítica y revolucionaria por esencia, enfoca todas las formas actuales en pleno movimiento, sin omitir, por tanto, lo que tiene de perecedero y sin dejarse intimidar por nada”  (Carlos Marx, El Capital Tomo I)

Cómo Galileo muchos han renegado, pero no todos cómo Galileo se han logrado parar y golpeando el suelo decir una vez más: “Eppur si muove” (y sin embargo se mueve).

¿Qué tipo de lógica encierra la crítica materialista de Marx?

Es una lógica no-formal, no-dogmática, es una lógica dialéctica, comprende el “ser” que sin embargo se mueve al “no-ser”, para adquirir, en interrumpidas metamorfosis, nuevas formas de manifestarse hasta su forma más desarrollada.

Siguiendo el movimiento del pensamiento, sin perder de vista el objeto que analiza, busca comprender la regularidad de su movimiento, busca comprender qué es permanente y qué es transitorio, coyuntural, superfluo.

No hay método universal que todo pueda responder, el método de preguntar al objeto se adapta al movimiento de lo real, no lo fuerza, no le ajusta para que calce a su medida.

“Mi método dialéctico no sólo es fundamentalmente distinto al método de Hegel, sino que es, en todo y por todo, la antítesis de él…” (Carlos Marx, El Capital Tomo I)

En tanto “antítesis” es movimiento opuesto, es negación, transposición.

Agrega: “…Para Hegel, el proceso de pensamiento, al que él convierte incluso, bajo el nombre de Idea, en sujeto con vida propia, es el demiurgo de lo real; y lo real constituye únicamente la forma externa en que la idea toma cuerpo.” (Carlos Marx, El Capital Tomo I)

La lógica en Marx no es apriorística, está invertida al uso hegeliano. Lo real toma forma en el proceso, en el movimiento del pensamiento. El movimiento del pensamiento tiene que reconstruir el movimiento real, incluso cuando el movimiento real hace referencia a su propio movimiento en la lógica dialéctica.

“…En cambio, para mí lo ideal no es más que lo material transferido y traducido en el cerebro de los hombres (…)” (Carlos Marx, El Capital Tomo I)

Una lógica que supera la “clasificación”. Dinamiza jerárquicamente, en el pensamiento, la arquitectura del movimiento real.

Presupone una crítica a las “mistificaciones”. Es autocrítica a las “mistificaciones” de sus propios “hinchas”. Es crítica que devela las consonancias consustancial en la realidad objetiva, ajena a la propia “voluntad” del sujeto actuante que afirma positivamente en la explicación, desprendiéndose de su real pensado.

El hecho de que la dialéctica sufra en manos de Hegel una mistificación no obsta para que haya sido él quien primero supiera exponer de un modo amplio y consciente sus formas generales de movimiento.” (Carlos Marx, El Capital Tomo I)

¿Qué tipo de crítica es la de Marx?

“De ahí que la crítica marxista al moderno apriorismo dialéctico sería la recapitulación de todo aquel movimiento del pensamiento antidogmático que recorre con intervalo la historia de la lógica filosófica.” (Galvano della Volpe)

Una crítica de este tipo se opone a encontrar en el Estado la representación del concepto puro.

“He visto el Espíritu del Mundo, sentado en un caballo” (Hegel, sobre Napoleón)

En cambio para Marx “… el gobierno del Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes de toda la burguesía…” El materialismo de Marx es prosaico, anda de a pie. El método materialista se ilustra en la afirmación leninista de la política como la expresión concentrada de la economía.

Para el materialismo marxista una dialéctica “invertida” revela un carácter vicioso, no fecunda conocimiento, ni remite a la acción transformadora de la realidad investigada.  Este método rechaza la lógica formal, como método ”general” de las ciencias (la cosifica, cercena el movimiento y lo encorseta), junto a esta oposición, crítica la dialéctica especulativa, pues ninguna de las dos podría ser “método universal de las ciencias”.

No es posible un método universal de las ciencias, la lógica dialéctica es concreta.

La dialéctica reconoce en la lógica formal sus procedimientos que garantizan la coherencia del pensamiento. Para pensar se requieren procedimiento formales bien conformados.

La dialéctica rechaza el intento en la lógica formal de suplantar sus leyes por las regularidades, tendencias del movimiento real.

El movimiento, para la filosofía crítico-materialista al estilo de la crítica de Galileo a la física escolástica, reconoce que hay mil movimientos circulares, mil movimiento hacia arriba y hacia abajo, eso hay en la naturaleza: ante tal realidad no se puede “acomodar” ninguna “arquitectura”. Se desvanece todo apriorismo y todo finalismo, ni “génesis” ni “apocalipsis”, esta es la “lógica de Marx”.

El trabajo abstracto de los trabajadores asalariados, uniformado en el proceso de cambio es la substancia del valor… No hay en el Capital, en la crítica a la Economía Política, ningún capítulo de la Teoría del Valor, sólo análisis de la mercancía.

«En primer lugar, yo no procedo basándome en los ‘conceptos’ y, por consiguiente tampoco del ‘concepto acerca del valor’. Y por esa razón tampoco es mi deber ‘dividirlo’ de alguna manera. Yo parto de la forma social más simple en la cual el producto de la mano de obra en la sociedad contemporánea se manifiesta a sí mismo. Esta forma es ‘la mercancía’. Esto es lo que yo analizo y sin duda alguna y ante nada la forma en que aparece. Ahora me doy cuenta que, en su estado natural, es, por una parte, una cosa con valor de uso y, por otra parte, lleva consigo valor de cambio y es, en sí misma, desde este punto de vista, un valor de cambio. Al analizar más profundamente esto último, descubrí que el valor de cambio es sólo una ‘apariencia’, el modo en que manifiesta independientemente el valor que la mercancía porta. De ahí que entonces enfoco el análisis de este valor». (Marx, Notas marginales sobre Wagner)

El procedimiento inverso, a partir del concepto conduciría a una crítica apriorística, es de carácter vicioso, un ejercicio meramente lógico verbal o formal del razonamiento. Por tanto, un procedimiento estéril que no engendra conocimiento, por tanto la investigación deber recorrer el camino inverso, desde el concreto real al abstracto en el pensamiento, asciende al concepto, no desciende de él.

¿Cuál sería el modo específico de la aplicación del análisis materialista histórico en la crítica a la economía vulgar?

La economía vulgar defiende la propiedad privada (burguesa) como una “condición de la producción”. Al proceder de esta forma, la producción sería el proceso de apropiación (de la naturaleza), determinado históricamente como propiedad (burguesa), se tiene que aceptar en forma acrítica conformándose una “petición de principio”. No se agrega nada al conocimiento: la producción (burguesa de la naturaleza) es la propiedad (burguesa). Así, el concepto más genérico de producción (como apropiación de la naturaleza) se potencia y se “convierte” en la realidad, esto es técnicamente (desde el punto de vista lógico) lo que se denomina una hipóstasis.

Cotidianamente hablando se dice que se explica algo con aquello mismo que debe ser explicado. Filosóficamente hablando, el ser es lo que es. Lógicamente hablando, una tautología.

¿Cómo evita Marx este procedimiento viciado?

Analiza la mercancía, la célula de la anatomía de la sociedad burguesa, el objeto que condensa todas las relaciones sociales de la sociedad burguesa. El método parte de un hecho concreto que no agota en sí mismo aún la producción moderna, burguesa, por tanto requiere ser analizado.

Marx utiliza el método de la abstracción: procede a mostrar, una cosa común que no puede ser una cualidad natural, puesto que todas las cualidades nos advierten que sólo poseen un valor de uso. Aquí la mercancía no se diferencia de cualquier producto.

El hecho concreto del que parte es el intercambio. De ahí las metamorfosis que el valor, el valor de uso para el intercambio, se convierte en una relación de carácter social, y por ende, histórica. El valor no es una propiedad o cualidad de una cosa, es una propiedad de una relación social.

El riesgo que se evita con este procedimiento es la “interpolación”: sustituir las características  específicas de las relaciones sociales que surgen de la moderna producción burguesa por una generalización sin tiempo ni espacio.

Tal “interpolación” sustituiría el hecho real de las relaciones sociales de producción burguesas por algo genérico, concebido como ley inmutable, eterna, natural. Una ley “en abstracto”.

El procedimiento de interpolación apriorística, la sustitución de lo concreto por lo abstracto, se conforma en una estructura lógica viciosa y no corresponde al método materialista de Marx. El método de Marx es crítica a los razonamientos incorrectos de la “metafísica” en general y de “la economía clásica”. La crítica a la metafísica se transforma en crítica a una estructura dialéctica que procede por la vía de la mistificación que produce el apriorismo.

La crítica es al procedimiento que transforma la realidad en una “alegoría”, método antiquísimo que nos remite a la “caverna” de Platón. El método materialista es crítica a la reducción de la realidad a su manifestación simbólica.

A través del procedimiento metafísico, lo específico, la mera empirie, no es asimilada, no hay “mediación”, lo empírico, lo fenoménico, adquiere una existencia simbólica, trascendental.

El método materialista de Marx evita la volatilización “abstracta” del hecho real. El método de la abstracción busca develar el contenido material de la representación.

La crítica materialista e histórica del apriorismo (tanto lógico como dialéctico) tiene en cuenta la materia, lo extra-racional, tiene que ser inferida positivamente de la materia misma, como sustancia del conocimiento.

El conocimiento de la realidad material es un problema de orden metodológico. El carácter científico del método de Marx y Engels se fundamenta en la demolición de todo apriorismo, formalismo, idealismo simplón, por tanto es crítica a toda dogmática.

Una lógica que no se mueva en círculo.

¿Qué tipo de círculos simbolizan el movimiento en el método?

El círculo (o mejor simbolizado en la espiral) que se despliega de lo concreto a lo abstracto (inducción) y de lo abstracto a lo concreto (deducción).

El método inductivo-deductivo “…se resuelve efectivamente en una continua y rigurosa aclaración experimental o histórica de las abstracciones económicas, morales, lógicas y otras similares (además de las “físicas”)…” (Galvano della Volpe)

¿Qué tipo de abstracción agrega conocimiento o tiene “valor cognitivo” según Marx?

Las verdades, siempre concretas, se obtienen “allí donde se tiene el más rico desarrollo concreto, donde una característica parece unir a una multiplicidad de fenómenos y ser común a todos” (Carlos Marx)

En El Capital a partir del análisis de la mercancía se obtiene la abstracción económica “trabajo”. Más conocido como “trabajo abstracto”. En la forma más moderna de la producción capitalista encontramos el trabajo en la “indiferencia a un género determinado” de trabajo concreto.

El trabajo abstracto “presupone una totalidad muy desarrollada de géneros reales –históricos- de trabajo”. Esta forma desarrollada históricamente, en su plenitud, devela la esencia de la sociedad burguesa.

Otro ejemplo de unidad de lo múltiple, es decir, otra fundamental abstracción económica a que se arriba con el procedimiento materialista de Marx es el “capital”. De ahí que Marx  llega a la conclusión que esta “categoría concreta” tiene que estudiarse, lógicamente primero que la renta de la tierra, cuando estamos analizando la sociedad burguesa, aunque históricamente ésta aparezca antes que la ganancia capitalista.

De este análisis se desprende que la renta de la tierra no puede ser explicada, en la sociedad burguesa sino como parte de la industrialización de la agricultura. Hecho que hoy se demuestra en el movimiento del campo a la ciudad.

El “capital” es el “punto de partida y fin” del proceso económico en el marco de la sociedad burguesa.

Producto de este procedimiento el “capital” se transforma en sujeto de la sociedad burguesa, por tanto es una relación social históricamente determinada, tiene un origen histórico y de ello se desprende que tiene un término, tiene un principio y fin, no abstracto, sino concreto, históricamente delimitado.

¿Cuál es la revolución en el pensamiento que se desprende del método dialéctico?

El salto del principio de no-contradicción al carácter dialectico de la contradicción (o la unidad de los opuestos) devela una lógica, en tanto dialéctica, de abstracciones determinadas o históricamente constituidas. El salto de lo formal a lo dialéctico, en el movimiento del pensamiento, esta es la revolución.

El movimiento dialéctico que no se produce en un curso de las categorías “en la Idea” no tiene un curso “natural” propio, de tipo histórico, cronológico, secuencial. Es movimiento dialéctico despojado de orden cronológico, meramente analítico, sus nexos no son accidentales ni irracionales.

El movimiento dialéctico en el pensamiento reconstruye la arquitectura del movimiento de lo real pensado, impregnándole un orden racional de carácter científico, es decir, analítico-sintético “… exigido para la solución de aquella problematicidad de las categorías heredadas (cualesquiera sean), reconocible sólo por una conciencia experimental (del presente) o conciencia histórica de lo dado o concreto”. (Galvano della Volpe)

Concluyendo

Cuando se habla de socialismo para asignarle el calificativo de científico, se hace referencia a una revolución galileana de las ciencias mismas, donde la lógica “filosófica” deja de ser distinta por su método de la “científica”. Una lógica materialista sobre la cual se construya la arquitectura de las ciencias modernas.

El postulado de Galvano della Volpe hace referencia a una “lógica como ciencia positiva”. En este ámbito nada dogmático puede ser marxismo.

Un breve resumen de las “Referencias sumarias de un método” de Galvano della Volpe.

http://www.marxismo.cl/mod/forum/discuss.php?d=586#p736

Amador – Octubre 2009.

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Análisis de las situaciones. Correlaciones de fuerzas.

Posted in Textos de Interes para la formación by formacionmpt on octubre 13, 2009

Análisis de las situaciones. Correlaciones de fuerzas.

El estudio de cómo hay que analizar las «situaciones» o sea, de cómo hay que establecer los diversos grados de correlaciones de fuerzas, puede prestarse a una exposición elemental de ciencia y arte políticos, entendida como un conjunto de cánones prácticos de investigación y de observaciones particulares útiles para despertar el interés por la realidad de hecho y para suscitar intuiciones políticas más rigurosas y vigorosas. Al mismo tiempo hay que exponer lo que se debe entender en política por estrategia y por táctica, por «plan» estratégico, por propaganda y por agitación, por orgánica, o ciencia de la organización y de la administración en política.

Los elementos de observación empírica que comúnmente se exponen en confusión en los tratados de ciencia política (se puede tomar como ejemplar la obra de G. Mosca, Elementi di scienza politica) tendrían que situarse, en la medida en que no sean cuestiones abstractas o en el aire, en los varios grados de correlaciones de fuerzas, empezando por las correlaciones de las fuerzas internacionales (en esta sección habría que colocar las notas escritas acerca de lo que es una gran potencia, las agrupaciones de Estados en sistemas hegemónicos y, por tanto, acerca del concepto de independencia y de soberanía por lo que hace a las potencias pequeñas y medias), para pasar a las correlaciones objetivas sociales, o sea, al grado de desarrollo de las fuerzas productivas, a las correlaciones de fuerza política y de partido (sistemas hegemónicos en el interior de los Estados) y a las correlaciones políticas inmediatadas (o sea, potencialmente militares).

Las relaciones internacionales, ¿son (lógicamente) anteriores o posteriores a las correlaciones sociales fundamentales? Posteriores, sin duda. Toda innovación orgánica en la estructura modifica orgánicamente las correlaciones absolutas y relativas en el campo internacional, a través de sus expresiones técnico-militares. También la posición geográfica de un Estado nacional es posterior y no anterior (lógicamente) a las innovaciones estructurales, aunque reaccione sobre ellas en cierta medida (precisamente en la medida en la cual las superestructuras reaccionan sobre la estructura, la política sobre la economía, etc.). Por otra parte, las relaciones internacionales reaccionan pasiva y activamente sobre las correlaciones políticas (de hegemonía de los partidos). Cuanto más subordinada está la vida económica inmediata de una nación a las relaciones internacionales, tanto más representa un partido esa situación y la aprovecha para impedir la llegada de los partidos adversarios al poder (recuérdese el famoso discurso de Nitti sobre la Revolución italiana técnicamente imposible). Desde esa serie de hechos se puede llegar a la conclusión de que a menudo el llamado «partido del extranjero» no es precisamente el que se indica como tal, sino el partido más nacionalista, el cual, en realidad, más que representar las fuerzas vitales del país, representa la subordinación y sometimiento económico a las naciones o a un grupo de naciones hegemónicas *.

* Una alusión a este elemento internacional «represivo» de las energías internas se encuentra en los artículos publicados por G Volpe en el Corriere della Sera del 22 y el 23 de marzo de 1932.

El problema de las relaciones entre la estructura y las superestructuras es el que hay que plantear y resolver exactamente para llegar a un análisis acertado de las fuerzas que operan en la historia de un cierto período, y para determinar su correlación. Hay que moverse en el ámbito de dos principios: 1) el de que ninguna sociedad se plantea tareas para cuya solución no existan ya las condiciones necesarias y suficientes, o no estén, al menos, en vías de aparición o desarrollo; 2) el de que ninguna sociedad se disuelve ni puede ser sustituida si primero no ha desarrollado todas las formas de vida implícitas en sus relaciones *. De la reflexión sobre esos dos cánones se puede llegar al desarrollo de toda una serie de otros principios de metodología histórica. Por de pronto, en el estudio de una estructura hay que distinguir entre los movimientos orgánicos (relativamente permanentes) y los movimientos que pueden llamarse «de coyuntura» (y que se presentan como ocasionales, inmediatos, casi accidentales). Los fenómenos de coyuntura dependen también, por supuesto, de movimientos orgánicos, pero su significación no tiene gran alcance histórico; producen una crítica política minuta, al día, que afecta a pequeños grupos dirigentes y a las personalidades inmediatamente responsables del poder. Los fenómenos orgánicos producen una crítica histórico-social que afecta a las grandes agrupaciones, más allá de las personas inmediatamente responsables y más allá del personal dirigente. Al estudiar un período histórico se presenta la gran importancia de esta distinción. Se tiene, por ejemplo, una crisis que a veces se prolonga durante decenios. Esa excepcional duración significa que se han revelado en la estructura contradicciones insanables (las cuales han llegado a madurez), y que las fuerzas políticas que actúan positivamente para la conservación y la defensa de la estructura misma se esfuerzan por sanarlas y superarlas dentro de ciertos límites. Esos esfuerzos incesantes y perseverantes (puesto que ninguna forma social confesará nunca que está superada) constituyen el terreno de lo «ocasional», en el cual se organizan las fuerzas antagónicas que tienden a demostrar (demostración que, en último análisis, sólo se consigue y es «verdadera» si se convierte en nueva realidad, si las fuerzas antagónicas triunfan, pero que en lo inmediato se desarrolla a través de una serie de polémicas ideológicas, religiosas, filosóficas, políticas, jurídicas, etc., cuya concreción puede estimarse por la medida en la que consiguen ser convincentes y alteran la disposición preexistente de las fuerzas sociales) que existen ya las condiciones necesarias y suficientes para que puedan, y por tanto deban, resolver históricamente determinados problemas («deban», porque todo incumplimiento del deber histórico aumenta el desorden existente y prepara catástrofes más graves).

* «Una formación social no perece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas para las cuales es aún suficiente y nuevas y más altas relaciones de producción hayan ocupado su lugar, ni antes de que las condiciones materiales de existencia de estas últimas hayan germinado en el seno mismo de la vieja sociedad. Por eso la humanidad se plantea siempre y sólo las tareas que puede resolver; si se observan las cosas atentamente, se hallará siempre que la tarea misma no surge sino donde las condiciones materiales de su solución existen ya, o se encuentran al menos en proceso de formación» (MARX, Introducción a la Crítica de la economía política),

El error en que a menudo se cae en los análisis histórico-políticos consiste en no saber hallar una relación justa entre lo que es orgánico y lo que es ocasional: así se llega a exponer como inmediatamente activas causas que lo son, en cambio, mediatamente, o a afirmar que las causas inmediatas son las causas eficientes únicas; en el primer caso se tiene el exceso de «economicismo» o de doctrinarismo pedante; en el otro, el exceso de «ideologismo»; en un caso se sobrestiman las causas mecánicas, en el otro se exalta el elemento individualista e individual. La distinción entre «movimientos» y hechos orgánicos y movimientos y hechos «coyunturales» u ocasionales tiene que aplicarse a todos los tipos de situación, no sólo a aquellos en los cuales ocurre un desarrollo regresivo o de crisis aguda, sino también a aquellos otros en los cuales se verifica un desarrollo progresivo y de prosperidad, así como a los de estancamiento de las fuerzas productivas. Difícilmente se establecerá de un modo exacto el nexo dialéctico entre los dos órdenes de movimiento y, por tanto, de investigación; y si el error es ya grave en la historiografía, lo será aún más en el arte político, cuando no se trata de reconstruir la historia pasada, sino de construir la presente y la futura *; los propios deseos y las propias pasiones inferiores son la causa del error, porque sustituyen al análisis objetivo e imparcial, y eso ocurre no como «medio» consciente para estimular la acción, sino como autoengaño. También en este caso muerde la víbora al charlatán, o sea, el demagogo es la primera víctima de su demagogia.

Estos criterios metodológicos pueden cobrar visible y didácticamente toda su significación cuando se aplican al examen de hechos históricos concretos. Podría hacerse útilmente para los acontecimientos ocurridos en Francia entre 1789 y 1870. Me parece que, para mayor claridad de la exposición, es necesario abarcar todo ese período. Pues, efectivamente, sólo en 1870-71, con el intento de la Comuna, se agotan históricamente todos los gérmenes nacidos en 1789, o sea, no sólo que la nueva clase que lucha por el poder derrota a los representantes de la vieja sociedad que no quiere confesarse decididamente superada, sino que además derrota a los grupos novísimos que consideran ya superada la nueva estructura nacida de la transformación iniciada en 1789, y así prueba que es vital frente a lo viejo y frente a lo novísimo. Además, en 1870-71 pierde eficacia el conjunto de principios de estrategia y táctica política nacidos prácticamente en 1789 y desarrollados ideológicamente en torno al 48 (los que se resumen en la fórmula de la «revolución permanente»; sería interesante estudiar qué parte de esa fórmula pasó a la estrategia de Mazzini –por ejemplo, por lo que hace a la insurrección de Milán de 1853–, y si ello ocurrió conscientemente o no). Un elemento que muestra el acierto de este punto de vista es el hecho de que los historiadores no están nada concordes (y es imposible que lo estén) al fijar los límites del grupo de acontecimientos que constituye la Revolución francesa. Para algunos (Salvemini, por ejemplo), la Revolución se consuma en Valmy: Francia ha creado el nuevo Estado y ha sabido organizar la fuerza político-militar que afirma y defiende la soberanía territorial del mismo. Para otros, la Revolución continúa hasta Termidor, y hasta hablan de varias revoluciones (el 10 de agosto sería una revolución independiente, etc.) **. El modo de interpretar Termidor y la obra de Napoleón ofrece las contradicciones más ásperas: ¿se trata de revolución o de contrarrevolución? Para otros, la historia de la Revolución continúa hasta 1830, 1848, 1870 e incluso hasta la Guerra Mundial de 1914. Hay una parte de verdad en cada uno de esos modos de ver las cosas. Realmente las contradicciones internas de la estructura social francesa que se desarrollan a partir de 1789 no encuentran una composición relativa hasta la tercera República, y entonces Francia tiene sesenta años de vida política equilibrada después de ochenta de agitaciones de onda cada vez más larga: 1789, 1794, 1799, 1804, 1815, 1830, 1848, 1870. Precisamente el estudio de esas «ondas» de diversa oscilación permite reconstruir las relaciones entre la estructura y las superestructuras, por una parte, y, por otra, entre el desarrollo del movimiento orgánico y el movimiento coyuntural de la estructura. Puede decirse, por de pronto, que la mediación dialéctica entre los dos principios metodológicos enunciados al comienzo de este apunte se puede descubrir en la fórmula político-histórica de la revolución permanente.

* El no haber considerado el momento inmediato de las «correlaciones» de fuerza está relacionado con los residuos de la concepción liberal vulgar, de la cual es una manifestación el sindicalismo que creía ser más adelantado mientras estaba dando un paso atrás. La concepción liberal vulgar, en efecto, al dar importancia a la correlación de las fuerzas políticas organizadas en las varias formas de partidos (lectores de periódicos, elecciones parlamentarias y locales, organizaciones de masa de los partidos y de los sindicatos en sentido estricto), estaba más adelantada que el sindicalismo, el cual concedía importancia primordial a la relación fundamental económico-social y sólo a ella. La concepción liberal vulgar tenía en cuenta implícitamente también esa relación (como se manifiesta en tantos indicios), pero insistía más en la correlación de las fuerzas políticas, que era expresión de la otra, y, en realidad, la contenía. Estos residuos de la concepción liberal vulgar se pueden identificar en toda una serie de estudios que se consideran dependientes de la filosofía de la práctica y han producido formas infantiles de optimismo y de estupidez,

** Cfr. La Révolution française, de A. Mathiez, en la colección A. Colin

La cuestión que suele llamarse de las correlaciones de fuerza es un aspecto del mismo problema. A menudo se lee, en las narraciones históricas, la expresión genérica «correlaciones de fuerzas favorables, desfavorables a tal o cual tendencia». Así, abstractamente, esta formulación no explica nada, o casi nada, porque se limita a repetir el hecho que hay que explicar, presentándolo una vez como hecho y otra como ley abstracta y como explicación. El error teórico consiste, pues, en dar un canon de investigación y de interpretación como si él fuera la «causa histórica».

En la «correlación de fuerzas» hay que distinguir, por de pronto, varios momentos o grados, que son fundamentalmente éstos:

1) Una correlación de fuerzas sociales estrechamente ligada a la estructura, objetiva, independiente de la voluntad de los hombres, y que puede medirse con los sistemas de las ciencias exactas o físicas. Sobre la base del grado de desarrollo de las fuerzas materiales de producción se tienen las agrupaciones sociales, cada una de las cuales representa una función y ocupa una posición dada en la producción misma. Esta correlación existe, simplemente: es una realidad rebelde; nadie puede modificar el número de las empresas o de sus empleados, el número de las ciudades con la correspondiente población urbana, etc. Esta división estratégica fundamental permite estudiar si en la sociedad existen las condiciones necesarias y suficientes para una transformación, o sea, permite controlar el grado de realismo y de actuabilidad de las diversas ideologías nacidas en su mismo terreno, en el terreno de las contradicciones que la división ha engendrado durante su desarrollo.

2) Un momento ulterior es la correlación de las fuerzas políticas, esto es: la estimación del grado de homogeneidad, de autoconciencia y de organización alcanzado por los varios grupos sociales. Este momento puede analizarse a su vez distinguiendo en él varios grados que corresponden a los diversos momentos de la conciencia política colectiva tal como se han manifestado hasta ahora en la historia. El primero y más elemental es el económico-corporativo: un comerciante siente que debe ser solidario con otro comerciante, un fabricante con otro fabricante, etc., pero el comerciante no se siente aún solidario con el fabricante; o sea: se siente la unidad homogénea y el deber de organizarla, la unidad del grupo profesional, pero todavía no la del grupo social más amplio. Un segundo momento es aquel en el cual se conquista la conciencia de la solidaridad de intereses de todos los miembros del grupo social, pero todavía en el terreno meramente económico. Ya en este momento se plantea la cuestión del Estado, pero sólo en el sentido de aspirar a conseguir una igualdad jurídico-política con los grupos dominantes, pues lo que se reivindica es el derecho a participar en la legislación y en la administración, y acaso el de modificarlas y reformarlas, pero en los marcos fundamentales existentes. Un tercer momento es aquel en el cual se llega a la conciencia de que los mismos intereses corporativos propios, en su desarrollo actual y futuro, superan el ambiente corporativo, de grupo meramente económico, y pueden y deben convertirse en los intereses de otros grupos subordinados. Esta es la fase más estrictamente política, la cual indica el paso claro de la estructura a la esfera de las superestructuras complejas; es la fase en la cual las ideologías antes germinadas se hacen «partido», chocan y entran en lucha, hasta que una sola de ellas, o, por lo menos, una sola combinación de ellas, tiende a prevalecer, a imponerse, a difundirse por toda el área social, determinando, además de la unidad de los fines económicos y políticos, también la unidad intelectual y moral, planteando todas las cuestiones en torno a las cuales hierve la lucha no ya en un plano corporativo, sino en un plano «universal», y creando así la hegemonía de un grupo social fundamental sobre una serie de grupos subordinados. El Estado se concibe, sin duda, como organismo propio de un grupo, destinado a crear las condiciones favorables a la máxima expansión de ese grupo; pero ese desarrollo y esa expansión se conciben y se presentan como la fuerza motora de una expansión universal, de un desarrollo de todas las energías «nacionales», o sea: el grupo dominante se coordina concretamente con los intereses generales de los grupos subordinados, y la vida estatal se concibe como un continuo formarse y superarse de equilibrios inestables (dentro del ámbito de la ley) entre los intereses del grupo fundamental y los de los grupos subordinados, equilibrios en los cuales los intereses del grupo dominante prevalecen, pero hasta cierto punto, no hasta el nudo interés económico-corporativo.

En la historia real esos momentos se implican recíprocamente, horizontal y verticalmente, por así decirlo, o sea, según las actividades económicas sociales (horizontales) y según los territorios (verticales), combinándose y escindiéndose por modos varios; cada una de esas combinaciones puede representarse en una propia expresión organizada económica y política. Pero aún hay que tener en cuenta que con esas relaciones internas de un Estado-nación se entrelazan las relaciones internacionales, creando nuevas combinaciones originales e históricamente concretas. Una ideología nacida en un país desarrollado se difunde en países menos desarrollados, incidiendo en el juego local de combinaciones *.

* La religión, por ejemplo, ha sido siempre una fuente de esas combinaciones ideológico-políticas nacionales e internacionales, y, con la religión, también las demás formaciones internacionales, la masonería, el Rotary Club, los hebreos, la diplomacia de carrera, que sugieren expedientes políticos de orígenes históricos diversos y los llevan al triunfo en determinados países, funcionando como partido político internacional que actúa en cada nación con todas sus fuerzas internacionales concentradas; una religión, masonería, el Rotary, los hebreos, etc., pueden incluirse en la categoría «intelectuales», cuya función consiste, a escala internacional, en mediar entre los extremos, «socializar» los hallazgos técnicos que permiten funcionar a las actividades de dirección, arbitrar compromisos y vías de salida entre las soluciones extremas.

Esta correlación entre fuerzas internacionales y fuerzas nacionales se complica todavía más por la existencia, dentro de cada Estado, de numerosas secciones territoriales de varia estructura y diversas correlaciones de fuerzas de todos los grados (así, por ejemplo, la Vendée estaba aliada con las fuerzas internacionales reaccionarias y las representaba en el seno de la unidad territorial francesa, y Lyón representaba, en la Revolución, un particular nudo de correlaciones, etc.).

3) El tercer momento es el de la correlación de las fuerzas militares, que es el inmediatamente decisivo en cada caso. (El desarrollo histórico oscila constantemente entre el primer y el tercer momento, con la mediación del segundo.) Pero tampoco éste es indistinto ni identificable inmediatamente de una forma esquemática, sino que también en él se pueden distinguir dos grados: el militar en sentido estricto, o técnico-militar, y el grado que puede llamarse político-militar. En el desarrollo de la historia esos dos grados se han presentado con una gran variedad de combinaciones. Un ejemplo típico, que puede servir como paradigma-límite, es el de la relación de opresión militar de un Estado sobre una nación que esté intentando conseguir su independencia estatal. La relación no es puramente militar, sino político-militar, y, efectivamente, un tipo de opresión así sería inexplicable sin el estado de disgregación social del pueblo oprimido y sin la pasividad de su mayoría; por tanto, no podrá conseguirse la independencia con fuerzas puramente militares, sino que harán falta fuerzas militares y político-militares. Pues si la nación oprimida tuviera que esperar, para empezar la lucha por la independencia, a que el Estado hegemónico le permitiera organizarse su propio ejército en el sentido estricto y técnico de la palabra, podría echarse a dormir (puede ocurrir que la reivindicación de contar con un propio ejército sea admitida por la nación hegemónica, pero eso significará que una gran parte de la lucha habrá sido ya combatida y ganada en el terreno político-militar). La nación oprimida opondrá, por tanto, inicialmente a la fuerza militar hegemónica una fuerza sólo «político militar», esto es, le opondrá una forma de acción política que tenga la virtud de determinar reflejos de carácter militar, en el sentido: 1) de que tenga eficacia suficiente para disgregar íntimamente la eficacia bélica de la nación hegemónica, y 2) que obligue a la fuerza militar hegemónica a diluirse y dispersarse por un gran territorio, anulando así su eficacia bélica. En el Risorgimento italiano puede observarse la desastrosa falta de dirección político-militar, especialmente en el Partito d’Azione (por incapacidad congénita), pero también en el partido piamontés-moderado, igual antes que después de 1848, y no por incapacidad, ciertamente, sino por «maltusianismo económico-político», o sea, porque no quería aludir siquiera a la posibilidad de una reforma agraria ni convocar una asamblea nacional constituyente, sino que tendía simplemente a conseguir que la monarquía piamontesa se extendiera por toda Italia sin condiciones ni limitaciones de origen popular, con la mera sanción de los plebiscitos regionales.

Otra cuestión relacionada con las anteriores consiste en ver si las crisis históricas fundamentales están determinadas inmediatamente por las crisis económicas. La respuesta a esta cuestión está implícitamente contenida en los párrafos anteriores, donde se tratan cuestiones que son otra manera de presentar la ahora suscitada; pero siempre es necesario, por razones didácticas y dado el público particular, examinar cada modo de presentarse una misma cuestión, como si fuera un problema independiente y nuevo. Puede excluirse que las crisis económicas inmediatas produzcan por sí mismas acontecimientos fundamentales; sólo pueden crear un terreno más favorable para la difusión de ciertos modos de pensar, de plantear y de resolver las cuestiones que afectan a todo el desarrollo ulterior de la vida estatal. Por lo demás, todas las afirmaciones relativas a los períodos de crisis o de prosperidad pueden provocar juicios unilaterales. En su compendio de historia de la Revolución francesa, Mathiez, oponiéndose a la historia vulgar tradicional que «descubre» apriorísticamente una crisis en coincidencia con las grandes rupturas del equilibrio social, afirma que hacia 1789 la situación económica era más bien buena en lo inmediato, por lo cual no se puede decir que la catástrofe del Estado absoluto se haya debido a una crisis de pauperización. Hay que observar que el Estado estaba sometido a una crisis financiera mortal, por lo que se planteaba la cuestión de cuál de los tres órdenes sociales privilegiados iba a tener que soportar los sacrificios y los pesos inevitables para poner de nuevo a flote las haciendas estatal y real. Además, aunque la posición económica de la burguesía era sin duda floreciente, no ocurría, por supuesto, lo mismo por lo que hace a la situación de las clases populares de la ciudad y del campo, las últimas de las cuales estaban atormentadas por una miseria endémica. En cualquier caso, la ruptura del equilibrio de fuerzas no ocurrió por causas mecánicas inmediatas de pauperización del grupo social que estaba interesado en romper el equilibrio y que de hecho lo rompió, sino que ocurrió en el marco de conflictos superiores al mundo económico inmediato, relacionados con el «prestigio» de clase (intereses económicos futuros) y con una exasperación del sentimiento de independencia, de autonomía y de poder. La particular cuestión del malestar o bienestar económico como causa de nuevas realidades históricas es un aspecto parcial del problema de la correlación de fuerzas en sus varios grados. Pueden producirse novedades ya porque una situación de bienestar quede amenazada por el nudo egoísmo de un grupo adversario, ya porque el malestar se haya hecho intolerable y no se vea en la vieja sociedad ninguna fuerza capaz de mitigarlo y de restablecer una normalidad con medios legales. Por tanto, se puede decir que todos esos elementos son manifestación concreta de las fluctuaciones de coyuntura del conjunto de las correlaciones sociales de fuerza, en cuyo terreno se produce el paso de esas correlaciones sociales a correlaciones políticas de fuerza, para culminar en las correlaciones militares decisivas.

Si ese proceso de desarrollo se detiene en un determinado momento (y se trata esencialmente de un proceso que tiene por actores a los hombres, a la voluntad y la capacidad de los hombres), la situación dada es inactiva y pueden producirse conclusiones contradictorias: la vieja sociedad resiste y se asegura un período de «respiro», exterminando físicamente a la élite adversaria y aterrorizando a las masas de reserva; o bien se produce la destrucción recíproca de las fuerzas en conflicto, con la instauración de la paz de los cementerios, que puede incluso estar bajo la vigilancia de un centinela extranjero.

Pero la observación más importante que hay que hacer a propósito de todo análisis concreto de las correlaciones de fuerzas es la siguiente: que esos análisis no pueden ni deben ser fines de sí mismos (a menos que se esté escribiendo un capítulo de historia pasada), sino que sólo cobran significación si sirven para justificar una actividad práctica, una iniciativa de la voluntad. Los análisis muestran cuáles son los puntos de menor resistencia a los que pueden aplicarse con más fruto las fuerzas de la voluntad, sugieren las operaciones tácticas inmediatas, indican cómo se puede plantear mejor una campaña de agitación política, qué lenguaje será mejor comprendido por las muchedumbres, etcétera. El elemento decisivo de toda situación es la fuerza permanentemente organizada y predispuesta desde mucho tiempo antes, la cual puede ser lanzada hacia adelante cuando se juzga que una situación es favorable (y será favorable sólo en la medida en que exista una fuerza así y esté llena de ardor combativo); por eso la tarea esencial consiste en curarse sistemática y pacientemente de formar, desarrollar, homogeneizar cada vez más y hacer cada vez más compacta y consciente de sí misma a esa fuerza. Esto se comprueba en la historia militar y en la atención con la cual se ha preparado siempre a los ejércitos para empezar una guerra en cualquier momento. Los grandes Estados han sido grandes precisamente porque estaban en cualquier momento preparados para intervenir eficazmente en las coyunturas internacionales favorables, y éstas eran favorables para ellos porque los grandes Estados tenían la posibilidad concreta de insertarse eficazmente en ellas. (C. XXX; M. 40-50; son dos apuntes.)

*

A propósito de las comparaciones entre los conceptos de guerra de movimiento y guerra de posición en el arte militar y los conceptos correlativos en el arte político, hay que recordar el librito de Rosa [148 Rosa Luxemburg, La huelga general.], traducido al italiano en 1919 por C. Alessandri (tradujo del francés).

En el librito se teorizan un poco precipitada y hasta superficialmente las experiencias históricas de 1905: pues Rosa descuidó los elementos «voluntarios» y organizativos que en aquellos acontecimientos fueron mucho más numerosos y eficaces de lo que ella tendía a creer, por cierto prejuicio suyo «economicista» y espontaneista. De todos modos, ese librito (y otros ensayos de la misma autora) es uno de los documentos más significativos de la teorización de la guerra de movimiento aplicada al arte político. El elemento económico inmediato (crisis, etcétera) se considera como la artillería de cerco que abre en la guerra una brecha en la defensa enemiga, rotura suficiente para que las tropas propias irrumpan dentro y obtengan un éxito definitivo (estratégico) o, por lo menos, un éxito importante según la orientación de la línea estratégica. Como es natural, en la ciencia histórica la eficacia del elemento económico inmediato se considera mucho más compleja que la de la artillería pesada en la guerra de maniobra o movimiento, porque este elemento se concebía como origen de un efecto doble: 1) el de abrir brecha en la defensa enemiga tras haber desorganizado al enemigo mismo, haciéndole perder la confianza en sí, en sus fuerzas y en su porvenir; 2) el de organizar vertiginosamente las tropas propias, crear los cuadros o, por lo menos, poner inmediatamente en su puesto de encuadramiento de las tropas dispersas a los cuadros propios (elaborados hasta entonces por el proceso histórico general); 3) el de crear inmediatamente la concentración ideológica de identidad con la finalidad buscada. Era ésta una forma de férreo determinismo economicista, con el agravante de que sus efectos se creían rapidísimos en el tiempo y en el espacio; por eso se trataba de un misticismo histórico propiamente dicho, expectativa de una especie de fulguración milagrosa.

La observación del general Krasnov en su novela, según la cual la Entente (que no deseaba una victoria de la Rusia imperial para que no se resolviera definitivamente a favor del zarismo la cuestión oriental) impuso al Estado Mayor ruso la guerra de trincheras (absurda, dada la enorme extensión del frente desde el Báltico al Mar Negro, con grandes zonas pantanosas y de bosque), mientras que la única posibilidad era la guerra de maniobra, es una afirmación pura y simplemente estúpida. En realidad el ejército ruso intentó la guerra de movimiento y de rotura del frente, sobre todo en el sector austriaco (pero también en la Prusia oriental), y tuvo éxitos brillantísimos, aunque efímeros. La verdad es que no se puede elegir la forma de guerra que se quiere practicar, a menos que uno tenga desde el primer momento una superioridad aplastante sobre el enemigo, y son sabidas las enormes pérdidas que costaron la obstinación de los Estados Mayores en no reconocer que la guerra de posiciones quedaba «impuesta» por la correlación general de las fuerzas en pugna. Pues la guerra de posiciones no consta sólo, en efecto, de las trincheras propiamente dichas, sino de todo el sistema organizativo e industrial del territorio que se encuentra a espaldas del ejército de combate, y la imponen especialmente el tiro rápido de los cañones, de las ametralladoras, de los mosquetones, y la concentración de armas en un determinado punto, así como la abundancia de suministro, que permite sustituir rápidamente el material perdido a raíz de un hundimiento del frente y una retirada. Otro elemento es la gran masa de hombres que intervienen en las formaciones de primera línea, de valor muy desigual y que, precisamente por eso, tienen que actuar como masa. Así se ha visto cómo en el frente oriental una cosa era irrumpir en el sector alemán y otra irrumpir en el austriaco, y que incluso en el sector austriaco, una vez reforzado por tropas alemanas elegidas y mandado por alemanes, la táctica de asalto se saldó con un desastre. Lo mismo se vio en la guerra polaca de 1920, cuando el avance que parecía irresistible fue detenido ante Varsovia por el general Weygand al llegarse a la línea mandada por oficiales franceses. Los mismos técnicos militares, ahora obsesionados por la guerra de posición igual que antes lo estaban por la de movimiento, niegan que este tipo tenga que considerarse eliminado de la ciencia de la guerra; sólo que en las guerras entre los Estados más adelantados industrialmente y en civilización, la guerra de movimiento tiene que considerarse como reducida ya a una función táctica más que estratégica, o sea, a la posición en que antes se encontraba la guerra de asedio respecto de la de maniobra.

La misma reducción hay que practicar en el arte y en la ciencia de la política, al menos por lo que hace a los Estados más adelantados, en los cuales la «sociedad civil» se ha convertido en una estructura muy compleja y resistente a los «asaltos» catastróficos del elemento económico inmediato (crisis, depresiones, etc.): las superestructuras de la sociedad civil son como el sistema de trincheras de la guerra moderna. Así como en ésta ocurría que un encarnizado ataque artillero parecía haber destruido todo el sistema defensivo del adversario, cuando en realidad no había destruido más que la superficie externa, de modo que en el momento del asalto los asaltantes se encontraban con una línea defensiva todavía eficaz, así también ocurre en la política durante las grandes crisis económicas; ni las tropas asaltantes pueden, por efecto mero de la crisis, organizarse fulminantemente en el tiempo y en el espacio ni –aun menos– adquieren por la crisis espíritu agresivo, y en el otro lado, los asaltados no se desmoralizan ni abandonan las defensas, aunque se encuentren entre ruinas, ni pierden la confianza en su propia fuerza y en su propio porvenir. Es verdad que las cosas no quedan como estaban antes de la crisis económica, pero no se tiene ya el elemento de rapidez, de aceleración de tiempo, de marcha progresiva definitiva, como lo esperarían los estrategas del cadornismo político [149].

149 El general Cadorna fue el jefe del Estado Mayor del Ejército italiano durante la Primera Guerra Mundial. La crítica militar posterior ha tendido a salvar las concepciones estratégicas del general, probablemente por motivos políticos. Gramsci aplica el término «cadornismo político» a la visión mística, extremista y economicista de la huelga general porque se atiene, verosímilmente, a la estimación popular de la estrategia de Cadorna como una irresponsable expectativa, a la vez eufórica e inerme, de la autodestrucción (batalla de Caporetto).

El último hecho de este tipo en la historia de la política han sido los acontecimientos de 1917. Ellos han marcado un giro histórico decisivo en el arte y en la ciencia de la política. Se trata, pues, de estudiar con «profundidad» cuáles son los elementos de la sociedad civil que corresponden a los sistemas de defensa de la guerra de posición. Se escribe aquí intencionadamente «con profundidad», porque esas cuestiones han sido ya estudiadas, pero desde puntos de vista superficiales y triviales, al modo cómo ciertos historiadores del vestido estudian las extravagancias de la moda femenina, o bien desde un punto de vista «racionalista», o sea, con la convicción de que ciertos fenómenos se destruyen en cuanto que se explican «con realismo», como si fueran supersticiones populares (las cuales, por lo demás, tampoco se destruyen con sólo explicarlas). (C. XXX; M. 65-67.)

www.gramsci.org.ar

«Che» Significa Futuro!

Posted in Temas Generales by formacionmpt on octubre 6, 2009

Acto

«Che» Significa Futuro
Acto Político Cultural
Sábado 10 de Octubre, 13:00 hrs.
Paradero 6 de Gran Avenida (Plaza Cívica), San Miguel.

Artistas/Memoria/Porvenir
Organiza: Movimiento de los Pueblos y los Trabajadores.
MPT.

Presentación de la Revista «Debate» (¡Estudiamos para vencer!)
Primer número de la revista de debate y educación
Comisión de Formación MPT
https://formacionmpt.wordpress.com/

COMPAÑER@S, AMIG@S, SIMPATIZANTES: POR MOTIVOS METEREOLÓGICOS, EL ACTO DEL «CHE» PROGRAMADO PARA EL SÁBADO 10 DE OCTUBRE FUE POSTERGADO PARA LA PRÓXIMA SEMANA. EL MARTES 13 DE OCTUBRE SE INFORMARÁ LA NUEVA FECHA Y HORA DEL EVENTO.

FRATERNALMENTE,

COMUNICACIONES

MOVIMIENTO DE LOS PUEBLOS Y LOS TRABAJADORES – MPT

¡UNIDAD, ORGANIZACIÓN Y LUCHA!

OCTUBRE 10 DE 2009

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